Al espejo de Greta
Una caminata nocturna y sin rumbo
para olvidar lo inolvidable,
para soñar despierto la alternativa,
para picarse el ombligo sin culpa alguna…
aquí el viento se lleva un carajo.
para olvidar lo inolvidable,
para soñar despierto la alternativa,
para picarse el ombligo sin culpa alguna…
aquí el viento se lleva un carajo.
Hay toneladas de lagañas
en los ojos de mi alma genérica,
y la posibilidad de convencerme de lo contrario
termina siendo un pretexto que invita al olvido:
soy un juguete con rabia y sin garantía,
soy la primera mentira de un mitómano virgen,
soy vómito de silencios compartidos,
soy pantano de promesas sin fondo,
soy el último muerto aburrido.
Las palabras menores se pudren por dentro
y ni siquiera el hedor nos despierta:
aquí no queda ni Dios.
Me pregunto qué pensaba Benedetti
cuando proclamaba que nuestro amor fue desde siempre un niño muerto;
hasta qué punto la muerte se impone
como obligada semilla de anulación
de la empatía caducada
¿Fue entonces también nuestro amor desde siempre un niño muerto,
un cadáver en gestación?
Exijo una autopsia con tintes de cesárea
más allá de las letras, las lágrimas y el tequila;
exijo que me traguen los kilómetros,
las luchas en la Coliseo,
las goyas los domingos,
los embotellamientos progresistas,
las marchas y protestas cotidianas,
los jipis gruesos y sus tamborcitos cagados,
los suspicaces hijos del CGH,
la Cineteca y su café,
las ruidosas y deliciosas noches en el Alicia,
los anarcopunks del Chopo…
que me traguen de un bocado
antes que me alcance la húmeda y amorfa duda,
las ganas de soñarte y fumarte desnuda y no tanto
hasta el próximo adiós.
en los ojos de mi alma genérica,
y la posibilidad de convencerme de lo contrario
termina siendo un pretexto que invita al olvido:
soy un juguete con rabia y sin garantía,
soy la primera mentira de un mitómano virgen,
soy vómito de silencios compartidos,
soy pantano de promesas sin fondo,
soy el último muerto aburrido.
Las palabras menores se pudren por dentro
y ni siquiera el hedor nos despierta:
aquí no queda ni Dios.
Me pregunto qué pensaba Benedetti
cuando proclamaba que nuestro amor fue desde siempre un niño muerto;
hasta qué punto la muerte se impone
como obligada semilla de anulación
de la empatía caducada
¿Fue entonces también nuestro amor desde siempre un niño muerto,
un cadáver en gestación?
Exijo una autopsia con tintes de cesárea
más allá de las letras, las lágrimas y el tequila;
exijo que me traguen los kilómetros,
las luchas en la Coliseo,
las goyas los domingos,
los embotellamientos progresistas,
las marchas y protestas cotidianas,
los jipis gruesos y sus tamborcitos cagados,
los suspicaces hijos del CGH,
la Cineteca y su café,
las ruidosas y deliciosas noches en el Alicia,
los anarcopunks del Chopo…
que me traguen de un bocado
antes que me alcance la húmeda y amorfa duda,
las ganas de soñarte y fumarte desnuda y no tanto
hasta el próximo adiós.
7 comentarios:
Usted se está volviendo un poeta!
Un abrazo.
Oye, esto me trajo tantos, pero tantos recuerdos, que ahora hasta mi casa huele a melancolía...
yo quería tomar ese taller!!! en serio!!!!!!
besos
Quiero Café!!!!!!!!!!! y platicar otra ves con el Cadáver!! jjeje
hay que bonito es eso de los niños muertos.. Los amores perecederos saben mucho a gloria, aunque sea un tanto cruel la resaca. Psss mendiga mazoquista = P
Saludos = )
Genial su poema..., me encanta...le dejo mi mail gabriela.monroy@gmail.com
Un abrazo grandeeeeeeeeeee
Gab
aquí huele a textos publicados pronto, pronto.
hey!gracias por las sugerencias de lecturas. Me gustó mucho tu poema, me recuerda que últimamente he olvidado la poesía, la he apartado, eso no puede suceder. Hoy tomaré algún libro.
saludos
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