Ahí está el cadáver,
muerto,
aburrido de morir.
Ahí está el cadáver,
en la tumba abierta a la izquierda del camino amarillo.
En su mano hay una manzana con sólo una mordida.
Qué más queda por hacer cuando las princesas han encontrado otro perro que les ladre; alguien más que cargue su equipaje y pague el taxi.
Las princesas huyen de los cadáveres a la izquierda del camino amarillo; princesas que no se enamoran del hipopótamo de la historia, porque esa sería una historia poco leída o contada.
Y empezaría:
“Había una vez que nunca hubo, una princesa que decidió no enamorarse de un hipopótamo maniaco-depresivo, paranoico, feo, anfibio y amante del tabaco”.
Y acabaría:
“Y siempre al final murieron muertos, aburridos de reír y felices para nunca jamás, sin conocerse y olvidándose uno al otro… a la izquierda del camino amarillo”.
muerto,
aburrido de morir.
Ahí está el cadáver,
en la tumba abierta a la izquierda del camino amarillo.
En su mano hay una manzana con sólo una mordida.
Qué más queda por hacer cuando las princesas han encontrado otro perro que les ladre; alguien más que cargue su equipaje y pague el taxi.
Las princesas huyen de los cadáveres a la izquierda del camino amarillo; princesas que no se enamoran del hipopótamo de la historia, porque esa sería una historia poco leída o contada.
Y empezaría:
“Había una vez que nunca hubo, una princesa que decidió no enamorarse de un hipopótamo maniaco-depresivo, paranoico, feo, anfibio y amante del tabaco”.
Y acabaría:
“Y siempre al final murieron muertos, aburridos de reír y felices para nunca jamás, sin conocerse y olvidándose uno al otro… a la izquierda del camino amarillo”.